Sunday, December 7, 2025
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Articulos Relaccionados

Trump impulsa el giro a la derecha en América Latina en plena crisis de seguridad y recesión

La semana pasada, Honduras estrenó en Centroamérica una dinámica que ya empuja al resto de América Latina: la izquierda se hunde y Donald Trump no es tan impopular fuera de sus fronteras como muchos suponían. En un país acostumbrado a elecciones ya tensas, el respaldo explícito del presidente estadounidense al candidato de derecha Nasry Asfura alteró el guion previsto y disparó su apoyo en las urnas, donde remontó de forma totalmente inesperada.

El recuento sigue siendo agónico, con márgenes estrechos y acusaciones cruzadas entre él y Salvador Nasralla, pero el dato de fondo no cambia: la derecha, en la que compiten ambos, ha devorado al oficialismo y ha dejado a la izquierda gobernante ante un derrumbe catastrófico, pues no llega al 20% del voto.

El viraje hondureño encaja en una tendencia continental que se acelera y que gana peso por la presencia directa de Estados Unidos con Trump. En Argentina, las elecciones parciales del mes anterior ofrecieron otro indicio del avance conservador en la región. Javier Milei, que llegó al poder con un plan de choque y admiración por Trump, venía de una derrota en la provincia de Buenos Aires que muchos interpretaron como el inicio de su fin. Sin embargo, la intervención de Estados Unidos cambió el escenario. Trump ató su respaldo financiero a la continuidad de las reformas y amplió la asistencia en pleno asedio económico.

Lejos de castigar a Milei, los votantes respaldaron ese rumbo. En las legislativas, sus socios superaron el 40% del voto nacional y ampliaron su presencia en ambas cámaras. Incluso en plena recesión y con un ajuste severo, una parte mayoritaria del electorado optó por mantener un proyecto ultraliberal y alineado con Trump antes que devolver el poder a un peronismo al que muchos responsabilizan de la miseria extendida.

La Casa Blanca había ligado a esa elección un paquete de apoyo financiero de hasta 40.000 millones en canje de moneda, condicionado a una victoria de los mileístas, que finalmente llegó. Trump llegó incluso a ofrecerle en broma misiles Tomahawk para usarlos contra los peronistas, un gesto que ilustró hasta dónde ha llegado la sintonía entre Washington y Buenos Aires.

Durante la última década, América Latina había quedado bajo el control casi total de gobiernos de izquierda que prometían redistribución, un estado fuerte e intervencionista y distancia con Washington. Desde México hasta Argentina, aquella ola de izquierda se presentó como un proyecto capaz de redefinir la región tras el auge del neoliberalismo. Pero aquello no resistió la erosión simultánea de inseguridad ciudadana, recesión y migración masiva.

Hoy el péndulo se mueve en la dirección contraria. Un bloque diverso de candidatos conservadores, liberales como Milei y autoritarios como Nayib Bukele en El Salvador, avanza en sociedades que, según expresan en las urnas, quieren cambio.

El chavismo robó las elecciones en Venezuela

Si Nicolás Maduro no hubiera manipulado las elecciones de 2024, los ganadores habrían sido los candidatos de Vente Venezuela, el partido de María Corina Machado. La dirigente, Premio Nobel de la Paz y admiradora declarada de Trump, encabezaba una oposición conservadora que amenazaba con poner fin a un régimen sostenido durante años por el eje chavista, alineado con Cuba y protector de movimientos afines en la región, incluida la formación de la aun presidenta hondureña, Xiomara Castro.

El líder estadounidense ofrece a los candidatos afines respaldo económico y militar, y alianzas duras basadas en mano duro e incorrección política

La figura de Trump, lejos de erosionar sus posibilidades, se ha convertido en un activo para muchos de ellos. El líder estadounidense ofrece respaldo económico, apoyo militar y alianzas basadas en mano dura e incorrección política que conecta con ciudadanos cansados de la inseguridad y del estancamiento económico.

El resultado es un continente que abandona la hegemonía de la izquierda y abre paso a una derecha que, con unos matices distintos, comparte promesas de ley y orden, disciplina fiscal y una relación más estrecha con la primera potencia.

Chile: Kast, favorito frente la comunista Jara

En Chile, el giro es especialmente revelador por ocurrir en uno de los países que durante años representó el laboratorio de la izquierda continental. Cuatro años después de la llegada de Gabriel Boric al palacio de La Moneda, el país se ha desplazado con fuerza hacia la derecha. En la primera vuelta de las presidenciales el mes pasado, cerca del 70% del electorado apoyó a candidatos conservadores, y el derechista José Antonio Kast, que celebra abiertamente la victoria de Trump en 2024, parte como favorito para imponerse en la segunda vuelta del 14 de diciembre frente a una comunista, Jeannette Jara.

Ken Roberts, profesor de Política especializado en América Latina en la Universidad de Cornell, resume así este cambio en Chile: «Una victoria de Kast reforzaría el reciente auge de fuerzas de derecha y ultraderecha en América Latina, respaldadas de forma decidida por la administración Trump en Estados Unidos. Pero también prolongaría un patrón más largo de voto volátil contra los oficialismos en las turbulentas aguas democráticas de la región. Ese patrón sugiere que cualquier giro a la derecha en Chile y en los países vecinos probablemente se enfrentará a fuertes resistencias y a fragilidades de fondo en un contexto marcado por la polarización y por instituciones severamente debilitadas».

Lucha contra las bandas criminales

En buena parte del continente, la inseguridad y el crimen organizado se han convertido en el principal motor del voto. El auge de bandas de delincuentes como el Tren de Aragua, las extorsiones y los homicidios han desbordado a gobiernos que prometieron reformas sociales pero no lograron frenar la violencia.

Desde Chile hasta Honduras, la sensación de descontrol ha empujado a los electores hacia candidaturas que ofrecen restablecer el orden y una mayor austeridad. Además la inmigración venezolana, convertida en fenómeno estructural, ha añadido presión en países que no estaban preparados para absorberla y que ahora ven con buenos ojos el cierre de fronteras.

El ‘modelo Bukele’ gana fuerza

El modelo de Bukele en El Salvador se ha transformado en una referencia regional. Su combinación de megaprisiones, detenciones masivas y poderes reforzados se observa con atención en Perú, Ecuador y en la oposición de Colombia, donde los candidatos conservadores lo presentan como prueba de que es posible recuperar las calles y ganar en seguridad a costa de limitar libertades individuales. Ese discurso encuentra terreno fértil en sociedades que ya no creen en promesas graduales.

La prueba es Bolivia, donde el vuelco fue profundo. Tras casi dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo, los votantes optaron en octubre por Rodrigo Paz, un conservador que promete de desmontar los controles estatales que habían ahogado al sector energético. La caída del precio del gas, la falta de divisas y la incapacidad del Gobierno saliente para poner en marcha la industrialización del litio precipitaron el desgaste.

El triunfo de Paz abrió un canal directo con Washington y con los organismos multilaterales, que ven en Bolivia un actor estratégico por sus enormes reservas de litio y por la necesidad de estabilizar la economía antes de que derive en una crisis mayor que desestabilice en continente.

La clave está en cuánto pueden aguantar estas medidas. A Bukele le van bien en términos de popularidad, pero en Ecuador, Daniel Noboa atraviesa un escenario más complicado. Llegó como un candidato joven que prometía eficacia y orden, pero su relación con el electorado se ha deteriorado con rapidez. La consulta en la que buscó habilitar bases militares estadounidenses en territorio ecuatoriano fue un punto de quiebre: los votantes rechazaron la propuesta de forma contundente y le enviaron un mensaje claro sobre los límites de alinearse con Trump. A ello se suma el repunte de extorsiones, asesinatos y secuestros, que ha puesto a prueba su promesa de recuperar la seguridad.

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