Tuesday, October 7, 2025
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«Me hice la muerta para sobrevivir en el Festival Nova»

Morir para sobrevivir. Eso es lo que tuvo que hacer, o al menos pretenderlo como si fuera real, Mazal Tazazo para no ser una de las 378 personas que fueron asesinadas en el festival de música electrónica Nova el 7 de octubre de 2023. Dicho concierto al aire libre, que iba a durar un fin de semana en pleno desierto del Néguev y a solo cinco kilómetros de la frontera con Gaza, fue el escenario más sangriento de los atentados de Hamás contra Israel aquel trágico 7-O. De sus 1.200 víctimas mortales, casi un tercio perecieron en el Nova: 344 civiles, la mayoría jóvenes que habían venido a pasar una noche de fiesta y música, y 34 agentes de seguridad. Además, otras 44 personas fueron secuestradas y llevadas a Gaza. Para no acabar en una bolsa de cadáveres o en un túnel de Hamás, Mazal Tazazo tuvo que contener tanto la respiración y hacerse tan bien la muerta que logró engañar a los terroristas.

«Había asistido al Nova en años anteriores y cada vez era mejor y mejor, con muchos artistas que venían de todo el mundo. ¡Compramos las entradas tres meses antes!», cuenta Mazal, quien nació en Israel después de que sus padres emigraran desde Etiopía en 1994 y tiene un hijo de 11 años.

Aquella noche de música en el desierto y estrellas en el cielo se rompió al amanecer con los cohetes disparados desde Gaza, preludio de la invasión. «Oímos cohetes. Pero, como estamos acostumbrados, esperábamos que la música continuara. El guardia de seguridad vino y nos dijo que volviéramos a casa, que se había acabado la fiesta. Fue un chasco porque solo pensábamos en la fiesta. No sabíamos nada más», revela el hábito ya adquirido de los israelíes a los misiles, tanto de Hamás por el sur como de Hizbolá por el norte.

Pero la alarma no se quedó solo en echarse cuerpo a tierra y cubrirse la cabeza. «Empezamos a oír tiros, que venían del vecino kibutz Reim. No entendíamos lo que estaba ocurriendo. Nos dijimos a nosotros mismos: ‘Dios mío, hay terroristas’. Y vimos a los policías, porque era una fiesta muy organizada, con policías, seguridad… Los vimos y pensamos: ‘Vale, van a controlarlo’», fue su segunda reacción, también equivocada.

A pesar de la presencia de los agentes de seguridad, los terroristas los superaban en número. «Intentamos huir en coche, pero la carretera estaba atascada porque todo el mundo, unas 3.000 personas, quería escapar. La gente corría, chillaba… Era el caos… Parecía una película de guerra… Escuchabas ‘tatatatatata’… Vimos que la Policía no podía contener el avance. Las balas silbaban por todas partes. Disparos por la izquierda. Disparos por la derecha. Estás en mitad de una guerra, una locura está ocurriendo», rememora Mazal en el lugar del festival Nova, poblado hoy por los retratos de las víctimas.

Entre ellos figuran los de sus amigas Daniel Cohen y Yohai Ben Zecharia, con quienes se ocultó tras unos matorrales pero fueron asesinadas por los terroristas de Hamás. «Empezamos a oírlos muy cerca. Fueron a los arbustos y, en inglés, dijeron: ‘Levántate, levántate, levántate… Tú, tú, tú…’ Sabía que hablaba con nosotros. Pero, al mismo tiempo, rechazaba creer que un terrorista estaba hablando con nosotros. De ninguna forma eso podía ser real. No tuve tiempo para pensar», cuenta todavía incrédula, sabiendo que fue un milagro que se salvara.

«La gente corría, chillaba… Era el caos… Parecía una película de guerra… Escuchabas ‘tatatatatata’… Vimos que la Policía no podía contener el avance. Las balas silbaban por todas partes. Disparos por la izquierda. Disparos por la derecha»

«Uno de los terroristas me pegó con la culata de su arma en la cabeza. Di un bote y caí sobre el suelo. Por unos segundos, se me fue la cabeza. Cuando recobré el sentido, noté que me estaban sujetando y atando las piernas. En ese momento, no sabía qué estaba pasando, solo que tenía que hacerme la muerta. No sé de dónde lo saqué, como de Dios: hazte la muerta. El terrorista me sigue toqueteando las piernas, llega otro y empiezan a hablar en árabe. Siento que uno de ellos viene hacia mí. Se acerca. Así que contengo la respiración. Me coge así, imagino que para verme la cara», gesticula para mostrar que le levantó la cabeza sujetándole la barbilla.

Y entonces, de forma instintiva, Mazal tuvo que tragarse tanto su aliento que ocurrió el milagro: «Y se van. Me dejan». Por el golpe con la culata y la tensión, la joven perdió el conocimiento y se despertó al cabo de un par de horas. «Lo primero que hice fue llamar a mi amiga Daniel. Pero no me respondía. Levanté la cabeza. Estaba muerta. Miré a la derecha. Vi a Yohai a mi lado, también muerta. Hundo mi cara en la tierra y pregunto a Dios qué está pasando. Y a las dos horas me despierto igual, con balas alrededor porque siguen disparando».

Rezando por su vida, Mazal se quedó todo el tiempo inmóvil, hasta que notó que otra persona empezaba a cachearla. Aunque pensaba que era un terrorista, resultó ser una chica de 22 años que, pensando que era ya un cadáver, se tumbó sobre ella para hacerse también la muerta. «No se lo creía cuando me vio abrir los ojos porque pensaba que me habían disparado a la cabeza», explica Mazal, quien tenía un reguero de sangre chorreándole por su camisa blanca por el culatazo que le había dado el terrorista.

Pero no terminó ahí su angustia. Tras la matanza, los comandos de Hamás prendieron fuego al lugar y a los cadáveres que habían dejado por todos lados. «Todo estaba ardiendo. Esperamos, y esperamos, y esperamos… hasta que el fuego se acercó mucho a nosotros. Y, en el momento en que sentí el calor, como si estuviera a punto de quemarme, me asustó más que los terroristas y le dije a la chica: ‘¿Ves ese coche abandonado?’ Voy a correr hacia allí. Y, si me tengo que morir, que sea por un balazo, pero no me voy a quemar viva», relata Mazal.

Ocultándose encogida entre los arbustos, se metió en el asiento trasero de un vehículo, donde se tapó con una manta y se hizo un ovillo. «Hablé con amigos en mi teléfono para que dieran esperanza y me dijeran que iban a venir a recogerme. Como había venido corriendo, no sabía dónde estaban los terroristas: aquí o allí. Me tumbé en el coche unas dos horas, en las que oí a los terroristas acercarse y alejarse, acercarse y alejarse… Oigo los coches a mi alrededor. Me asusto pensando que van a explotar el coche. Había huido del fuego para no quemarme viva, y ahora estoy dentro de un coche… Pero, si salgo, los terroristas están en la carretera. Los oigo. Eran las doce del mediodía y estaban en esta zona», detalla la joven con expresividad aquellos momentos de pánico.

En el coche se quedó escondida hasta las tres de la tarde, cuando finalmente fue rescatada por un «ángel», como lo llama Mazal, que vino con la chica que se había ocultado junto a ella en los matorrales. Buscando entre los coches, encontraron a un par de supervivientes más.

Imagen principal - En el lugar del festival de música electrónica Nova, en pleno desierto del Néguev y a unos cinco kilómetros de la frontera entre Israel y Gaza, se levanta un monumento en recuerdo de las víctimas compuesto por sus retratos y sus historias
Imagen secundaria 1 - En el lugar del festival de música electrónica Nova, en pleno desierto del Néguev y a unos cinco kilómetros de la frontera entre Israel y Gaza, se levanta un monumento en recuerdo de las víctimas compuesto por sus retratos y sus historias
Imagen secundaria 2 - En el lugar del festival de música electrónica Nova, en pleno desierto del Néguev y a unos cinco kilómetros de la frontera entre Israel y Gaza, se levanta un monumento en recuerdo de las víctimas compuesto por sus retratos y sus historias
El recuerdo de las víctimas
En el lugar del festival de música electrónica Nova, en pleno desierto del Néguev y a unos cinco kilómetros de la frontera entre Israel y Gaza, se levanta un monumento en recuerdo de las víctimas compuesto por sus retratos y sus historias
PABLO M. DÍEZ

Aunque Mazal sobrevivió, sigue enterrada en vida no solo por la pérdida de sus dos amigas, sino por todo lo que sufrió y vio aquel día. «¡Ataron a las chicas desnudas, después de violarlas, una vez y otra y otra y otra…! ¡En grupos! ¡Y no es solo que las violaran y mataran! ¡Es que metieron cosas en sus cuerpos! ¡Para divertirse! ¡Mataron a algunas y enviaron un vídeo a sus madres por el WhatsApp de esas chicas! ¿Por qué? Para hacerlas sufrir en casa porque no podían hacer nada por ellas. Y esta gente está orgullosa, no les da vergüenza: ‘¡No, vosotros nos habéis quitado nuestra tierra!’», se indigna recordando los motivos que argumenta la causa palestina. En este sentido, recuerda al «chico palestino que llama a sus padres y dice ‘¡He matado a muchos judíos! ¡He matado a diez judíos! ¡Te llamo desde el móvil de un judío que he matado!’ Y su padre: ‘¡Allahu Akbar! (Dios es el más grande)’. ‘¡Pásame a mamá! ¡Mamá, he matado a muchos judíos!’».

Por esos vídeos de la masacre, muchos de ellos grabados por los propios terroristas, Mazal se enfurece con las protestas contra Israel que sacuden a Occidente, donde numerosos gobiernos han reconocido al Estado palestino. «Mucha gente ve a Israel como un país en el que solo los judíos blancos de la élite consiguen algo y los demás sufren ‘apartheid’. Me ven y se sorprenden de que haya muchos judíos como yo, negros, en Israel».

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«¡Mataron a algunas chicas y enviaron un vídeo a sus madres por el WhatsApp de ellas! ¿Por qué? Para hacerlas sufrir en casa porque no podían hacer nada»

A su juicio, el principal problema es la educación integrista con la que crecen los niños palestinos, tanto en Gaza como en Cisjordania. «Todas las organizaciones humanitarias que dicen que cometemos genocidio y matamos a los niños tienen el corazón roto porque los ven allí. Pero, cuando ves a los niños con armas gritando ‘Allahu Akbar’ (‘Alá es el más grande’) y les preguntan qué quieren ser cuando sean mayores, dicen ‘Quiero matar a un judío’. ¡Es un niño! ¡Eso es un abuso, lo que les hacen a ellos! ¡Tienen niños para convertirlos en monstruos! ¡Les degüellan el alma! Los bebés nacen puros… y odio, odio, odio, odio… ‘¿Sabes por qué no tienes casa, sabes por qué eres pobre? Porque los israelíes te quitaron la tierra, y por eso, por eso, por eso… Cuando crezcas, tienes que saberlo, tienes que matar a todos los judíos’. Así es cómo crecen. Y el mundo está ciego: ‘Estáis cometiendo genocidio. Los niños allí están felices’. La gente allí tendrá felicidad en el momento en que les des un buen liderazgo. Ahora se encuentran bajo su control y, si dicen algo, están muertos».

Paseando entre los retratos de las víctimas del Nova, recuerda la muerte de la bella Shani Louk, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo: «Se la llevaron a Gaza en una camioneta, desnuda, muerta… Con muchos terroristas. Llegaron a Gaza y un montón de civiles se acercaron, gritando ‘Allahu Akbar’ (‘Alá es el más grande’). Y uno de ellos, un chico de 16 o 17 años, escupió sobre ella… sobre su cuerpo. Ese es el problema. Tenemos que hacer algo para detener todo el mal que está ocurriendo allí».

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